miércoles, 19 de mayo de 2010

Alfred North Whitehead


Para Whitehead, la función general de la razón y, por lo tanto, de la filosofía, es un "gradual acercamiento de las ideas de claridad y de generalidad". El punto de partida no son las premisas evidentes, sino la compleja y multiforme experiencia de la vida y, a partir de ella, intentar una generalización teórica, consciente de que cada teoría es una "casualidad" y una simplificación abstracta e inadecuada, que necesita continuas correcciones. Este camino del conocimiento refleja, por otra parte, la evolución de la naturaleza. La realidad se describe como un proceso, constituido por eventos en recíproca conexión.

En la constitución de los procesos intervienen, además de los eventos, formas y estructuras recurrentes que Whitehead llama "objetos eternos". Estos son, en sí mismos, abstractos mientras no entran en la concreta "ocasión actual" de un evento. En su más alto grado los objetos eternos constituyen, en definitiva, los "valores", esto es, los sentimientos de bueno, bello y verdadero que tienen lugar ocasionalmente en el proceso. Cada evento -incluido el mal que hay en la existencia- halla en Dios su justificación e interpretación última.

El concepto fundaniental de su filosofía, o sea el de proceso, vinculado a la teoría de los "objetos eternos", así como a la de la relación universal y la emergencia creadora de la naturaleza, es aplicado por Whitehead incluso a la religión y a la pedagogía, como cabe advertir en sus dos libros El devenir de la religión (1926) y Los fines de la educación (1928). Precisamente en el campo educativo resultó decisiva la influencia de Harvard, sobre todo en América, donde, como complemento a la orientación preferentemente científica e instrumental de Dewey, la tendencia pedagógica de Whitehead presenta una inclinación humanística. "La educacion consiste en la visión habitual de la grandeza", escribió el autor, cuyos discípulos dicen que esta expresión hallaba una plena realidad en su enseñanza.

Whitehead fue siempre ciudadano inglés, pero se encontró muy bien en Norteamérica, y admiró el espíritu de universalidad y civilización de sus instituciones. Aun habida cuenta de su brevedad, las Autobiographical Notes integran tal vez las páginas literariamente más vivas escritas por un filósofo contemporáneo; la evocación de la infancia y de la familia armoniza en ellas con la visión histórica y estética de la vida propia de Whitehead, en tanto en el fondo de la obra aparece históricamente vigorosa la grandeza de la tradición inglesa.

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